El beneficio mayor apunta a mujeres de entre 40 y 59 años. (iStock)
Por
04/08/2022 – 05:00
En los años 60 del siglo pasado, se descubrió el potencial de la aspirina para evitar la formación de trombos (antiagregante plaquetario), y en 1985, la poderosa FDA de Estados Unidos aprobó su indicación para prevenir segundos eventos cardiovasculares en personas que ya habían tenido antes un infarto cardiaco o cerebral. Desde entonces, su uso para este fin ha sido controvertido y las recomendaciones han ido cambiando, desde su eficacia para la prevención primaria (cuando nunca ha habido un evento cardiovascular) en personas de riesgo (hipertensos, diabéticos, obesos, con colesterol alto) hasta limitar la indicación para quienes ya son enfermos (prevención secundaria).
Las últimas recomendaciones son del pasado mes de abril, cuando el Grupo de Trabajo de Servicios Preventivos de Estados Unidos (USPSTF, por sus siglas en inglés) cambió la indicación de 2016 sobre el uso y consumo diario de aspirina en dosis bajas para prevenir enfermedades cardiovasculares (ECV). La nueva consigna es «no iniciar el uso de aspirina en dosis bajas para la prevención primaria de enfermedades cardiovasculares en adultos de 60 años o más».
Estas últimas directrices recogen que para personas de 40 a 59 años, que tengan un riesgo de, al menos, el 10% de desarrollar una enfermedad cardiovascular, el beneficio es pequeño, por lo que la decisión de tomar o no este fármaco corresponde tomarla conjuntamente entre el médico y el paciente.
Nuevas evidencias
Cuatro meses después, llega un nuevo matiz, en el que las mujeres se colocan en el centro de la prevención. Concretamente, “se debe considerar la aspirina en dosis bajas para la prevención primaria para mujeres de 40 a 59 años que tengan un riesgo elevado de enfermedad cardiovascular aterosclerótica (ASCVD) y para las de 60 a 69 años con un riesgo cardiovascular de, al menos, el 20 % o que tengan diabetes unida a un riesgo de ASCDV del 10%”, y siempre y cuando no haya peligro aumentado de sufrir una hemorragia y consensuado entre el médico y la paciente, según recoge un artículo publicado en ‘Jama’ y firmado por médicos de la Clínica Mayo y de la Facultad de Medicina de la Universidad de Harvard.