Entre banderas esteladas y cánticos a favor de la independencia, miles de catalanes marchaban este sábado por las calles de Barcelona en la manifestación por la fiesta regional de Cataluña, a la que el movimiento llegaba dividido y a pocos días de reanudar la negociación con el gobierno español.
Pese a que Cataluña fue uno de los epicentros de la quinta ola de la pandemia, el descenso de los contagios permitió celebrar una protesta que pretendía recuperar el espíritu de las masivas marchas por la Diada del 11 de septiembre de hace unos años.
La megafonía recordaba las recomendaciones -llevar mascarilla y evitar aglomerarse-, pero pocos lograban mantener las distancias en la céntrica plaza de Barcelona donde arrancó la protesta a las 17H14 locales (15H14 GMT), en homenaje a la caída de Barcelona ante las tropas del rey Felipe V en 1714 durante la guerra de Sucesión española.
Volvieron a escucharse los gritos de “Independencia” y “1 de octubre, ni olvido, ni perdón”, en referencia al referéndum ilegal de 2017, mientras avanzaba esta marcha que en los años álgidos de la escalada independentista superó el millón de asistentes en diversas ocasiones.
Pero desde el fracaso del intento de secesión de 2017, la decepción y las divisiones que se apoderaron del separatismo saltaron también en las calles. Con 600.000 manifestantes, la marcha de 2019 fue la menos multitudinaria desde que arrancaron las Diadas masivas en 2012, muy lejos de los 1,8 millones alcanzados en 2014. Marcados por las restricciones sanitarias, los actos del año pasado no alcanzaron los 60.000 asistentes.
División
Esta Diada fue también la primera desde el indulto en junio de los nueve dirigentes independentistas encarcelados por su papel en el intento de secesión, en su mayoría presentes en la marcha.
La lucha por liberar a los presos mantuvo cohesionado al movimiento tras la decepción de hace cuatro años, pero los perdones del gobierno español abrieron una nueva etapa, con el independentismo dividido sobre qué estrategia adoptar ahora.
De un lado, la gobernante Izquierda Republicana de Cataluña (ERC) prefiere negociar para acordar un referéndum de autodeterminación con el Estado español, mientras sectores más radicales del secesionismo no renuncian totalmente a la vía unilateral.
“Creo que Cataluña padece una represión por parte del Estado español y es hora de que los catalanes demos un paso adelante”, aseguraba Mireia Nieto, una estudiante de 21 años, envuelta en una estelada.
“Con el estado español no se puede dialogar de ninguna manera”, opinaba sobre el diálogo. “Creo que es una tontería y un paso atrás”, agregó.
La crisis catalana -que alcanzó su clímax en el frenético otoño de 2017 con la celebración de un referéndum ilegal que poco después desembocaría en una efímera declaración de independencia- sumió a España en uno de sus momentos más delicados desde el fin de la dictadura franquista en 1975.
Tras unas semanas de enorme tensión, la tentativa acabó con la autonomía regional intervenida por Madrid y los líderes independentistas detenidos o en el extranjero, como el expresidente regional, Carles Puigdemont.
Diálogo
La Diada de este año llegó, sin embargo, en otra etapa, a pocos días de que el gobierno de izquierdas de Pedro Sánchez y el ejecutivo regional de Aragonès vuelvan a reunirse para buscar una salida a la crisis, tras la única cita celebrada antes de la pandemia.
Pero pese a que el partido de Aragonès, ERC, es un aliado clave del gobierno minoritario de Sánchez en el Congreso español, ambos llegan con hojas de ruta opuestas.
Madrid no contempla aceptar las dos demandas clave del independentismo: la celebración de un referéndum de autodeterminación, que requeriría modificar la Constitución, ni una amnistía para los encausados por participar en el desafío secesionista de 2017.
“Por una Diada donde el reencuentro, el afecto y la concordia nos guíen”, escribió Sánchez en Twitter.
El diálogo, no obstante, se anuncia muy difícil, especialmente después de que Madrid anunciara esta semana la suspensión del controvertido proyecto de ampliación del aeropuerto de Barcelona, alegando falta de confianza en el ejecutivo regional, en una decisión que Aragonès calificó de “chantaje” y disparó de nuevo la tensión.
Con 24MATINS