El Fondo Monetario Internacional (FMI) ha emitido una advertencia a Bolivia señalando que la continua pérdida de sus reservas internacionales podría obligar al país a devaluar su moneda, el boliviano, que ha mantenido un tipo de cambio fijo de aproximadamente 6.96 por dólar desde 2011. Esta recomendación llega en un contexto de creciente presión económica, con las reservas del Banco Central de Bolivia (BCB) en niveles críticos —estimadas en menos de 1.5 mil millones de dólares en marzo de 2025—, tras haber alcanzado más de 15 mil millones en 2014. La caída se atribuye a la disminución de ingresos por exportaciones de gas natural, el alto gasto público y la defensa del tipo de cambio, que ha drenado divisas para sostener la paridad.
El gobierno de Luis Arce ha resistido estas sugerencias, defendiendo el modelo económico basado en la «bolivianización» y el gasto estatal como motor de redistribución y estabilidad social. Sin embargo, la escasez de dólares ha generado un mercado paralelo donde el tipo de cambio supera en un 20-25% al oficial, evidenciando las tensiones sobre la política monetaria. El FMI, en línea con su enfoque habitual, sugiere mayor flexibilidad cambiaria para preservar las reservas y mejorar la competitividad, pero esto implicaría inflación y ajustes dolorosos en un país dependiente de importaciones.
Una medida frecuentemente debatida es reducir el alto gasto público, que incluye subsidios como el del combustible, estimado en más de 3 mil millones de dólares anuales. Disminuir este gasto aliviaría la presión fiscal y podría retrasar una devaluación forzada, al reducir la necesidad de vender dólares para financiar déficits. Sin embargo, los efectos negativos serían inmediatos: una contracción económica por menor demanda interna y un riesgo de protestas sociales, como las vistas en crisis pasadas. Además, Bolivia seguiría enfrentando el desafío de importar bienes esenciales, desde combustible hasta alimentos, sin suficientes divisas.
El verdadero problema estructural radica en la falta de exportaciones con valor agregado y en cantidades significativas. Aunque sectores como el litio o la agroindustria tienen potencial, su desarrollo a gran escala requiere tiempo, inversión y estabilidad, recursos escasos en el corto plazo. Eliminar los subsidios al combustible, por ejemplo, reduciría el gasto en bolivianos, pero no generaría los dólares necesarios para pagar importaciones ni compensaría la caída de ingresos por hidrocarburos. Así, mientras el FMI presiona por ajustes, Bolivia enfrenta un dilema: recortar el gasto público o devaluar podría estabilizar las finanzas temporalmente, pero sin una base exportadora sólida, dejar de subvencionar el combustible alivia la presión, aunque no soluciona los problemas de fondo.
Redacción central y análisis estadístico