Unas 400.000 personas han recibido su segunda dosis de AstraZeneca antes de lo previsto en Reino Unido (de 12 a 8 semanas), en una decisión acelerada por la expansión de la variante Delta (B.1.617.2, detectada en India en febrero). El país frena sus planes de desescalada.
Es más transmisible (aún no hay consenso sobre cuánto de más, pero hay quien lo cifra en un 60%), no especialmente más dañina o virulenta por sí misma, y puede escaparse de los anticuerpos generados para otras variantes. Aunque, en general, con la vacunación completa, se siguen evitando muertes y hospitalizaciones. En relación, siempre, a las anteriores variantes de predominio en Inglaterra.
El director clínico de la Agencia de Salud de Reino Unido Colm Henry dijo la semana pasada que la vacuna AstraZeneca, con las dos dosis, había demostrado ser muy eficaz “en la experiencia del mundo real”, no sólo en términos de reducción de enfermedades graves “sino también en medidas indirectas para reducir la transmisión, rebajando el estado de portador asintomático”. Sin embargo, la vacuna de Oxford presenta un problema ante la variante Delta. La segunda dosis funciona tanto mejor cuanto más se espacia, en un intervalo de entre tres y cuatro meses desde la primera.
El lapso dejado entre dosis parece ser un coladero para la infección –sintomática o asintomática– con la variante Delta. Los datos de Reino Unido parecen atestiguarlo. Boris Johnson frena el levantamiento de restricciones, previsto para el 21 de junio, ante el avance no sólo de la variante, sino del cómputo de casos en el país, que inicia su tercera ola pese a haber administrado más de 70 millones de dosis.
En España, el director del CCAES Fernando Simón señaló el lunes que esta variante “no parece más grave que la alfa”. Esta última representa el 85 % de los casos detectados en España a día de hoy y la Delta, “un número testimonial”. En Europa se abre paso a gran velocidad. España está entre los 10 primeros países que secuencian ‘Deltas’ en el mundo.
Variante Delta, una ganadora ‘inesperada’ en la evolución, sin segunda dosis
Ante la variante Delta, las personas que han recibido dos dosis de la vacuna tiene de media una eficacia de protección de alrededor del 88%. Esta cifra baja al 33,5% con una dosis de la vacuna Pfizer o AstraZeneca, según Public Health England. Pero puede que no sea cosa del virus en sí.
En palabras del biólogo experto en evolución Jonathan Goodman (Universidad de Cambridge), hay una fuerza, menos conocida, “llamada selección inconsciente, donde las interacciones humanas con el medio ambiente tienen efectos evolutivos accidentales”. Es decir, nuestros comportamientos a veces caóticos, a veces previsibles, determinan que un virus o bacteria cuyas características no lo hacen particularmente ganador, termine imponiéndose.
Un ejemplo es el de las resistencias bacterianas. Hacemos fuertes a estas formas a base de abusar de los antibióticos. Quizás, en el caso de la variante Delta, su éxito esté dado no sólo por sus mutaciones. Sino porque hay dos brechas que la hacen fuerte: personas que dudan de la vacuna y personas pendientes de su segunda dosis. Todo, en un contexto de levantamiento de medidas de contención.
“Parece que la decisión del gobierno británico de prolongar el período entre la primera y la segunda dosis de vacuna proporcionó a delta una ventana adicional para infectar a las personas”, dice Goodman. Si bien es probable que Delta “haya evolucionado en India a través de la selección natural, la selección inconsciente puede haber asegurado su supervivencia en el Reino Unido”, señala el investigador.
Israel, a la baja, sin variante Delta y con segunda dosis puesta
La variante Delta es una subvariante de las tres que aparecieron en India, englobadas bajo la nomenclatura B.1.617. En concreto, esta presenta un conjunto de mutaciones que la hacen más transmisible, pero preocupa la presencia de un cambio en la posición 484 de su genoma. Este tipo de mutación aparece en las variantes Beta o Gamma y han demostrado zafarse un poco mejor de los anticuerpos generados tras la inmunización, aunque no inutiliza las vacunas para lo más importante.
En general, y con recientes datos de AstraZeneca, el problema se circunscribe a las personas parcialmente inmunizadas. Para José Antonio López-Guerrero (‘JAL’), del departamento de Biología Molecular de la UAM, “pierden un poquito de efectividad, pero no lo suficiente para que el programa de vacunación peligre”. Es decir, el éxito de las vacunas evitando la enfermedad e incluso parte del contagio es tal, que hay margen para que se rebaje la eficacia unos puntos.
En principio, adelantar la dosis tampoco debería restar demasiada efectividad a la vacuna. “Se desconocen los topes por debajo de las 8 semanas y por encima de las 16 en que deje de tener una ‘respuesta ávida’ la vacuna de AstraZeneca”, aclara el microbiólogo.
Resulta llamativo el diferente impacto de la vacunación en dos de los países del mundo a la cabeza de inmunizaciones: Reino Unido (al alza de contagios) e Israel (a la baja o estable). El primero, todavía con restricciones importantes en sus naciones. El segundo, con las limitaciones levantadas desde mayo. Además de otras diferencias sociodemográficas, destaca el diferente grado de expansión de la variante Delta.
Mientras que los casos siguen disparándose en las regiones Noroeste y de la nación de Inglaterra, la efectividad de las vacunas sigue manteniéndose para evitar hospitalizaciones y muertes. Es cierto que con sólo una dosis, y ante la variante Delta, hay diferencias en las estimaciones de ingresos. Pero no abrumadoras, conforme a la presentación de datos de Salud Pública de Inglaterra: