El expresidente Evo Morales, figura clave del escenario político boliviano, sorprendió al revelar que ha recibido sugerencias para organizar una lucha armada contra lo que califica como un «Estado colonial». La declaración, realizada en medio de un contexto de crisis económica y social, refleja el nivel de descontento y polarización que atraviesa Bolivia. Según Morales, esta idea surge como respuesta a la presunta desatención del gobierno de Luis Arce hacia las demandas de sectores movilizados, que exigen soluciones inmediatas a problemas como el desempleo y la creciente pobreza.
En los últimos meses, Morales endureció sus críticas contra el gobierno actual, acusándolo de retornar al «Estado colonial» y de traicionar los principios del proceso de cambio iniciado durante su gestión. Este enfrentamiento ha escalado tras supuestos incidentes como el ataque armado que sufrió su caravana en 2024, el cual Morales atribuye a «agentes de élite del Estado boliviano». Paralelamente, grupos afines a Morales han incrementado las movilizaciones, incluyendo la toma de un cuartel militar en Villa Tunari, exigiendo la renuncia del presidente Arce y medidas concretas ante la crisis.
La situación se agrava en un país que enfrenta desafíos económicos severos, como la caída de exportaciones de gas, el agotamiento de reservas internacionales y la inflación. Mientras las Fuerzas Armadas han advertido que cualquier intento de levantamiento será tratado como traición, Morales se posiciona como un crítico frontal, avivando las tensiones entre el oficialismo y su liderazgo. El panorama plantea interrogantes sobre el futuro político de Bolivia y los riesgos de que los conflictos sociales deriven en escenarios más radicales y en la campaña electoral.
Redacción central y agencias