La crisis de combustible en Bolivia no es un fenómeno aislado, sino el reflejo de un modelo económico que depende de importaciones costosas, subsidios insostenibles y un mercado paralelo impulsado por el contrabando hacia países vecinos. La falta de divisas complica el pago a proveedores internacionales, mientras las estaciones de servicio colapsan en momentos de alta demanda, como el feriado de Carnaval.
Para los trabajadores del transporte y el comercio informal, el impacto es inmediato y severo: perder horas en filas interminables significa menos ingresos y más incertidumbre. A pesar de las promesas gubernamentales de regularizar el abastecimiento, la realidad en las calles cuenta otra historia. La fiesta sigue para algunos, pero para otros, la urgencia de encontrar combustible convierte el feriado en un desafío diario.
Sin soluciones estructurales, la escasez amenaza con repetirse en otros momentos críticos del año, profundizando la brecha entre quienes pueden celebrar y quienes deben luchar por no detenerse.
Redaccion central y agencias
Portada gentileza referencial de Carola Castedo