La decisión de Branko Marincovik de declinar su postulación presidencial y anunciar su apoyo a Jorge «Tuto» Quiroga rumbo a las elecciones de 2025 ha sacudido el tablero político boliviano. Según analistas, este movimiento, que emerge en un escenario marcado por la histórica fragmentación de las fuerzas opuestas al Movimiento al Socialismo (MAS), podría ser un punto de inflexión para la oposición, aunque no está exento de claroscuros que podrían definir su desenlace.
Para algunos analistas, el respaldo de Marincovik representa un impulso estratégico para Quiroga. Con una trayectoria como líder cívico y empresario influyente en Santa Cruz, Marincovik aporta no solo un caudal de votos en el pujante oriente boliviano, sino también un simbolismo de resistencia frente al MAS que podría galvanizar a sectores hastiados del oficialismo. Su paso al lado, destacan los analistas, reduce el riesgo de dispersión del voto opositor —un fantasma que ha favorecido al partido de Evo Morales en comicios anteriores— y abre la puerta a una posible unificación de liderazgos dispersos. El gesto de Tuto, quien agradeció públicamente este apoyo con palabras de conciliación, refuerza la imagen de un candidato dispuesto a tender puentes en un momento crítico.
Sin embargo, según analistas, la alianza también encierra riesgos que podrían complicar el camino de Quiroga. La narrativa dura de Marincovik, forjada en años de enfrentamientos con el MAS y salpicada por acusaciones de separatismo durante la crisis de la «Media Luna» en 2008, choca con el perfil más institucional de Tuto, un exmandatario que ha apostado por críticas técnicas y propuestas de gobernanza. Esta divergencia podría generar fricciones internas o, peor aún, ahuyentar a votantes moderados que buscan en Quiroga una alternativa sensata frente a la polarización. El MAS, siempre astuto en el arte de la propaganda, podría aprovechar el pasado polémico de Marincovik —incluido su exilio en Brasil— para retratar a Tuto como un líder que, bajo presión, abraza posturas radicales que no le son naturales.
El futuro de esta unión, coinciden los analistas, dependerá de la destreza de Quiroga para mantener el timón de su campaña. Si logra posicionar el respaldo de Marincovik como un apoyo táctico sin permitir que su retórica incendiaria domine el discurso, Tuto podría capitalizar los recursos y la energía regional que este aporta. Una estrategia sugerida por analistas sería enfocar su mensaje en temas de consenso nacional, como la reactivación económica o el combate a la corrupción, dejando que Marincovik movilice a su base cruceña sin que su estilo se convierta en la bandera de la candidatura. Si este equilibrio falla, advierten los analistas, la alianza podría transformarse en un lastre que refuerce la percepción de una oposición incapaz de superar sus contradicciones.
En definitiva, según analistas, la alianza entre Marincovik y Quiroga es un juego de alto riesgo con potencial transformador. Podría consolidar un frente anti-MAS más robusto, pero exige de Tuto una habilidad casi quirúrgica para integrar a un aliado controvertido sin desdibujar su propia visión. En un país donde la unidad opositora ha sido esquiva, este paso podría ser tanto un amanecer esperanzador como un tropiezo inesperado.