La fotografía de la exvocal Claudia Castro, encadenada a una cama de hospital, se ha viralizado en redes sociales y ha sido publicada por varios medios nacionales. La exautoridad judicial fue enviada a detención preventiva mientras se la investiga por consorcio, prevaricato y tráfico de influencias.
Tras sufrir una descompensación médica, Castro fue internada en el hospital Arco Iris bajo custodia policial. En ese contexto, fue fotografiada con una cadena sujetando su pierna a la estructura de la cama, pese a su condición de salud.
La imagen resulta llamativa no solo por el estado físico de la detenida, sino por lo que proyecta simbólicamente: una escena que parece sacada de décadas atrás, cuando los métodos de exposición pública y castigo corporal eran parte de la lógica del escarmiento.
Más allá del avance o resultado del proceso judicial, la pregunta que surge es inevitable:
¿Era necesario este método?
¿Se trató de una medida estrictamente protocolar de seguridad o una forma visual de enviar un mensaje?
La periodista Jimena Antelo también se hizo eco de esta preocupación y escribió en sus redes:
“¿Era necesario encadenarla así? ¿Seguridad o escarnio? Claudia Castro está siendo investigada, sí. Ahora, esta jueza está presa y enferma, ¿necesitan encadenarla? Parece humillación.”
“Ya antes fue Zvonko Matkovic. Hoy es ella. No importa el nombre ni el bando: la dignidad no debería tener colores ni excepciones.”
Sin emitir juicio sobre la causa, la imagen abre una discusión mayor: el uso del poder coercitivo del Estado frente a una persona no sentenciada, en estado vulnerable, y con escasa capacidad de fuga inmediata.
El análisis queda en manos de la sociedad y las instituciones. Lo que queda claro es que las imágenes también son discursos, y este ha sacudido sensibilidades más allá de los colores políticos.
Por Juan Flores
