Vie. Dic 13th, 2024

Selena, a casi 26 años de su asesinato: una serie que decepciona y un legado interminable

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Radiografía de un boom

Selena, a casi 26 años de su asesinato: una serie que decepciona y un legado interminable

Yolanda Saldívar, socia comercial de Selena Quintanilla, tiene devoción por ella: fundó el club de fans. Algo de su gestión no le huele bien a la cantante y se encuentran en la habitación 158 del Hotel Days Inn de Texas. «Yoli» le dispara por la espalda con un Taurus 38 mm, la malherida se desplaza 100 metros y se desploma en la recepción. «Agujero de bala en la parte superior del tórax derecho, no respira», dice un paramédico. La asesina, huidiza, se atrinchera en su camioneta roja, tan roja como la sangre que derrama su ídola.

El cuerpo tibio de Selena es trasladado al hospital Corpus Christi. Ya no se registra actividad cerebral. Es el 31 de marzo de 1995 y es hora de comunicar a los fans y a los medios que a los 23 años, la que cantaba «me marcho hoy, yo sé perder», está muerta.

Ese podría ser el comienzo del guión, pero no lo es. Es un caso real. La presidenta de un club de fans que aniquila a su objeto de adoración. Con el final como dato archiconocido por el público, Netflix aprovechó para narrar a la inversa. El 25 de diciembre la plataforma lanzó Selena, la serie, una producción que en la primera temporada no se posa en el crimen, y sí en la construcción de la artista. Según la agencia EFEen cuatro semanas la historia llegó a 25 millones de hogares. El 14 de mayo se estrenará la segunda parte.

La biografía de «La reina del Tex-mex» (el género originario del noreste de México que fue adoptado por los texanos) había sido abordada en el cine en 1997 (Selena, la película, con Jennifer Lopez) y en la televisión en 2018 (Telemundo llevó adelante El secreto de Selena, sobre el libro de la periodista María Celeste Arrarás). Lo que llega ahora es una producción que al menos en la Argentina no fascina. Desliza reminiscencias lejanas de Gilda en esa intención por narrar a una gran promesa luchando contra la hegemonía y a quien la muerte le arrebata el sueño.

Christian Serratos (californiana, 30 años) es la protagonista, la encargada de la pintura de esa mujer nacida en Lake Jackson y de ascendencia mexicana. Selena inició su caminito cantando en inglés a los diez años, codo a codo con sus hermanos Suzette y Abraham Quintanilla y su padre, pero la sangre traccionó, fue más fuerte, y terminó como emblema de la comunidad latina, transformada en estrella pop en los Estados Unidos. Sobre esas aguas navega la serie, la grieta cultural, la integración, la inmigración, la identidad, aunque por momentos la promesa de ola o torbellino narrativo se diluya, pierda fuerza.

Nueve capítulos que dejan sabor a poco articulan el relato: Selena niña (Madison Taylor), la aparición de Los Dinos (su grupo), la microempresa familiar, la vida sin escuela, el ascenso, las eternas carreteras con el clan apuntalando. Brillan por su ausencia postales impactantes de la realidad, como el desenlace trágico, con la fila a lo largo de una milla en la plaza de Corpus Christi donde fue velada.

El trailer promete más de lo que el producto final entrega. Lo extraño de esta biopic es que el zoom parece no anclar en la persona y sí en su clan, que se mueve como bloque. La narración decepciona. Sobre esa decepción habló la familia de Quintanilla. «La serie trata sobre el viaje real de nosotros como familia, luchando por comprender y descubrir esta parte musical de nosotros que realmente no nos dimos cuenta de que teníamos”, justificó su hermana, Suzette. «La ficción trata más sobre todas las pequeñas cosas». Ese es el gran problema: lo pequeño en exceso ralentiza el relato.

Si Luis Miguel, la serie, logró narrar flancos desconocidos de un cantante hiperconocido (incluyendo sus sombras, sus oscuridades, su talón de Aquiles), Selena carece de eso. Es como si de tanto preocuparse por narrar a un padre -bien distinto de Luisito Rey- el guión se olvidara de a ratos de su protagonista. Tal vez la segunda temporada pegue el volantazo hacia eso, hacia el thriller y el impacto. Habrá que ver si no es tarde.

Más allá de cualquier ficción, la mal llamada «Madonna mexicana» representa hoy más que el recuerdo de un homicidio o de varios hits. Resignificada su obra en la era de las redes sociales, aparece como valor su decisión para aprender a interpretar canciones en español y reivindicar esas raíces muchas veces burladas.

La muerte -que muchas veces abuena, glorifica, amplifica una imagen- lo hizo con la muchachita que hoy es materia de estudios culturales hasta en cátedras de la Universidad Estatal de San Diego. En julio de 1995 -casi cuatro meses después de su crimen- su disco Dreaming of You la convirtió en la mujer que más álbumes vendió en un solo día (175.000). Spotify hoy la resucita con fuerza.

Cómo siguió la vida de su asesina -declarada culpable de homicidio en primer grado y condenada a cadena perpetua- es otra serie en sí. Y con eso se especula. Yolanda espera en silencio la posibilidad de pedir libertad condicional en 2025. Sabe lo que es el aislamiento mucho antes de la pandemia: presas admiradoras de Selena amenazaron con matarla y solo puede salir de su celda durante una hora al día.

Con El Clarín

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