Bolivia enfrenta una brecha digital que sigue afectando tanto a ciudadanos como a visitantes. La reciente visita del famoso streamer estadounidense Speed a Santa Cruz puso en evidencia la deficiente infraestructura de conectividad en el país. A pesar del entusiasmo de sus seguidores y de haber disfrutado de diversas actividades, Speed se vio obligado a cortar abruptamente su transmisión en vivo debido a la mala calidad del internet, lo que generó frustración entre él y su audiencia global.
Este problema no es aislado. Según un informe de Infobae, Bolivia se encuentra en los últimos lugares en velocidad de internet en Latinoamérica, con un promedio de 10,60 Mbps en conexiones móviles y 19,23 Mbps en fijas. Estos números ubican al país en los puestos 110 y 99 a nivel mundial, respectivamente, evidenciando un rezago preocupante en comparación con sus vecinos. La limitada capacidad de las redes, sumada a la saturación del servicio en eventos masivos, hace que experiencias como la de Speed sean cada vez más comunes.
Más allá de la anécdota con el streamer, la precariedad del internet en Bolivia representa un obstáculo para el desarrollo tecnológico, la educación y la competitividad del país. En un mundo donde la conectividad es clave para el crecimiento económico y la inclusión digital, la baja calidad del servicio afecta no solo a creadores de contenido, sino también a emprendedores, estudiantes y profesionales. La experiencia de Speed es solo un síntoma de una crisis mayor que urge ser atendida con inversiones en infraestructura y políticas que garanticen un acceso digno a la era digital.
Redacción central