Bolivia concluyó el año 2024 con una inflación acumulada del 9.97%, según informó el Instituto Nacional de Estadística (INE). Este registro, el más alto desde 2008, fue impulsado por el alza en los precios de alimentos, prendas de vestir, transporte, bebidas alcohólicas y otros rubros esenciales. En un contexto de creciente preocupación, el presidente Luis Arce insistió en la defensa del modelo económico del gobierno y habló de «estabilidad económica» durante un acto en Santa Cruz, minimizando las críticas por el incremento sostenido en el costo de vida.
Sin embargo, expertos en economía expresaron una visión distinta. Gary Rodríguez, gerente del Instituto Boliviano de Comercio Exterior (IBCE), calificó la inflación cercana al 10% como «alarmante» debido a su impacto en la economía familiar, en particular en el precio de los alimentos. Según Rodríguez, factores como el cambio climático, los bloqueos de carreteras, la escasez de combustible y la falta de dólares fueron determinantes en este resultado, afectando tanto la producción como la distribución de bienes esenciales.
Por su parte, Fernando Romero, presidente del Colegio Departamental de Economistas de Tarija, cuestionó la narrativa oficial, calificando los indicadores como una «magia de las estadísticas». Romero destacó que, pese a las cifras divulgadas por el gobierno, la población enfrenta una pérdida real del poder adquisitivo, que estima en un 60%. Además, subrayó que la devaluación de la moneda y la persistente escasez de dólares han elevado significativamente el costo de vida, generando un clima de incertidumbre económica que pone en jaque la sostenibilidad del modelo vigente.
Redacción central y agencias