En el arranque de la carrera hacia las elecciones de 2025, Branko Marinkovic ha irrumpido con un discurso que no pasa desapercibido: duro, confrontacional y cargado de promesas radicales. El empresario cruceño, exlíder cívico y figura histórica de la oposición, parece apostar por un estilo que recuerda al argentino Javier Milei, el presidente ultraliberal que conquistó a millones con su retórica antisistema. Pero, ¿puede Branko replicar ese éxito en Bolivia, o su estrategia lo condenará a ser una voz más en un país ya fracturado?
Marinkovic no escatima en palabras. En recientes declaraciones, ha tildado a Evo Morales de «narcotraficante» y prometido sacarlo «de los pelos» si llega al poder, mientras aboga por privatizar empresas estatales y descentralizar el país con autonomías. Su tono rudo busca captar el descontento de sectores hartos del MAS, en Santa Cruz, su bastión natural. Sin embargo, analistas advierten que este enfoque podría ser un arma de doble filo. “Branko quiere proyectar fuerza, pero en Bolivia la polarización no siempre premia a los más agresivos”, señala Carla Espinoza, politóloga de la Universidad Mayor de San Andrés.
La comparación con Milei no es casual. El argentino arrasó en 2023 con un discurso agresivo que canalizó la furia contra una «casta» política en medio de una crisis económica brutal. Branko, con sus ataques al oficialismo y su defensa de un modelo económico liberal, parece querer importar esa receta. Sin embargo, las diferencias son notables. Milei era un outsider carismático sin pasado político; Marinkovic carga con el peso de las acusaciones de separatismo de 2008, su exilio y su imagen de empresario acomodado. “No tiene el mismo magnetismo ni la novedad de Milei. Su rudeza puede sonar más a revancha que a revolución”, opina Rodrigo Guzmán, analista político cruceño.
El contexto también juega en contra. Bolivia no está en el colapso argentino de 2023, pero sí atraviesa una economía tambaleante y una memoria reciente de conflictos. Mientras Milei unió a los desencantados con su excentricidad, el discurso de Branko podría alejar a los moderados y al occidente, donde su perfil cruceño y su historial generan recelo. “Puede movilizar a los anti-MAS radicales, pero no veo cómo convence a los indecisos sin propuestas más allá del grito”, agrega Espinoza.
¿Apuesta o error? Por ahora, Marinkovic parece decidido a ser el «bulldozer» de la oposición. Si logra transformar su agresividad en una narrativa de cambio creíble, podría consolidarse como alternativa. Pero si su rudeza refuerza su imagen elitista o fractura a sus aliados, el sueño de un «Milei boliviano» podría quedar en solo eso: un eco lejano de una fórmula que aquí no termina de cuajar.
Redaccion central y agencias