Vie. Abr 18th, 2025

¿Un MAS sin bases? Antes del 11 de abril se juega su futuro

El Movimiento al Socialismo (MAS-IPSP) definió el 11 de abril como fecha límite para elegir a su binomio presidencial y a sus candidatos nacionales, con el presidente Luis Arce Catacora como principal favorito. Sin embargo, el proceso se desarrolla en medio de una profunda crisis interna, donde la falta de una militancia orgánica sólida y la dependencia de funcionarios públicos debilitan la estructura partidaria. A esta compleja coyuntura se suma la decisión de iniciar un proceso por transfugio contra Evo Morales, quien rompió definitivamente con el partido al oficializar su candidatura mediante una alianza con el Frente Para la Victoria (FPV).

El MAS-IPSP enfrenta uno de sus momentos más críticos desde su fundación. Aunque ha fijado el 11 de abril como la fecha clave para elegir a su binomio presidencial y a los representantes al Legislativo, el desafío va más allá de una simple definición electoral. Luis Arce Catacora, actual presidente, se perfila como el candidato natural tras múltiples proclamaciones públicas. Sin embargo, el respaldo que recibe proviene, en gran parte, de funcionarios públicos antes que de una militancia orgánica consolidada. Esta dependencia del aparato estatal expone una fragilidad estructural: sin el control del gobierno, el partido podría perder cohesión y capacidad de movilización, evidenciando una carencia de bases ideológicas y sociales sólidas.

En paralelo, la fractura con Evo Morales se ha profundizado. Morales, líder histórico del MAS, oficializó su candidatura para las elecciones de agosto a través de una alianza con el FPV, marcando una ruptura definitiva con el partido que lo llevó al poder. En respuesta, el MAS-IPSP decidió iniciar un proceso por transfugio contra él y sus seguidores, buscando recuperar los escaños legislativos ocupados por parlamentarios «evistas». Aunque expertos legales advierten que esta acción podría carecer de sustento jurídico —ya que Morales no ocupa un cargo electivo—, el trasfondo político es claro: el partido quiere reafirmar su control interno y sancionar cualquier intento de división. Esta jugada, sin embargo, también revela la inseguridad del MAS frente al riesgo real de que Morales divida su base electoral.

El escenario electoral se complica aún más si se considera que Morales, pese a la ruptura, conserva influencia en sectores clave, especialmente entre los cocaleros del Chapare. Si bien su liderazgo también enfrenta límites, su candidatura externa pone al MAS en una encrucijada. La fragmentación del voto oficialista podría abrir espacio a otras fuerzas políticas, debilitando el dominio que el partido ha mantenido durante casi dos décadas. A medida que se acerca el 11 de abril, el MAS-IPSP tendrá que demostrar si es capaz de reconstruir una militancia real, capaz de sostener su proyecto político más allá del aparato gubernamental, o si esta división interna marcará el inicio de su declive electoral.

Redaccion central

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